miércoles, 17 de diciembre de 2008

Renacuajos, escuerzos y cambio climático


Hace unos días, en clase, me preguntaron cómo se llama en español a las crías de las ranas. En ese momento, en un lapsus de lejanía temporal, no me acordaba de la palabreja, pero sí volaron por mi mente los recuerdos de aquellas tardes de verano que pasaba en la huerta de mi tía Adriana, la mayor de las Pitulas, que estaba muy cerca del viejo arenero de Los Jaros. Y de ahí al cambio climático y al desastre ecológico en el que ya estamos inmersos, mi quijotera no tuvo que dar ni un pasito.

Me explicaré. En aquellos veranos de finales de los setenta y principios los ochenta, tras el madrugón cotidiano para el corte de ajos y después de la fastidiosa siestecica reparadora, mi hermanico Toño y yo cogíamos las bicis y salíamos escopetaos pa la güerta del primo Adriancito. Después de un chapuzón en la balsa y el bocadillo de sobrasada, bajábamos los tres al arenero para cazar unos animalejos que, pocos años más tarde, nunca más se volvieron a ver por el pueblo: los renacuajos.

Los areneros se llenaban de agua buena parte del año, y los veranos aún quedaban charcas en donde las ranas habían depositado los huevos. Estoy seguro de que los chavales de menos de veinte años en su vida han visto un rencuajo por el pueblo, así como tampoco creo que se hayan encontrado frente a algún escuerzo. Es más, me jugaría el pescuezo a que la mayoría de ellos ni si quiera sabén qué animalejo es ese. Hasta la segunda mitad de los años ochenta, raro era el año en que no veíamos alguno de esos horribles sapos marrones en la huerta de Millán, en la Sima del monte Jareño. En la última década del siglo pasado, ni vi ni tengo noticia de haberse visto alguno. Lógico: El pozo de La Sima lleva seco más de treinta años, de las acequias y los ríos solo quedan los cauces secos (y alguna que otra riada a destiempo)... y qué decir de los praos. Pero esto y el bajonazo de los veneros queda para otra entrada.



Según está ocurriendo en las selvas tropicales y amazónicas de Latinoamérica, parece ser que los animales que más rápidamente se están extinguiendo en el mundo son los anfibios. Los provencianos no tenemos que cruzar el charco para dar fe del hecho consumado.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

El Puente Palo.


Quiero comenzar este blog, además de dando la bienvenida a todos aquellos que se interesen por El Provencio, evocando su monumento más antiguo, del que desgraciadamente solo queda el recuerdo de los provencianos que tenemos más de 30 años y algunas fotos en blanco y negro, como la que encabeza esta primera entrada. Allá por los años 80, alguien (se dice el pecado, pero no el pecador) decidió eliminar aquel puente por el que solo cabía un carro y construir uno de hormigón, más ancho, por supuesto, por el que cupieran dos tractores cargados en plena vendimia. En aquellos años, pocos le dieron importancia a aquel hecho, tan trascendental para nuestra memoria más ancestral, pero hoy, bien orgullosos estaríamos de tener tal monumento.

Tendría unos diez años cuando todo esto pasó. Recuerdo que por entonces mis padres nos llevaron a Uclés, y de paso visitamos Segóbriga. Las faldas sacerdotales poco me impresionaron, pero las piedras romanas me marcaron hasta hoy. Recuerdo que mi hermanico y yo protestábamos en vano ante los demás niños de la escuela y algunos grandes. "¡Pero qué dicen estos mocosos! ¡Lo bien que va a venir un puente nuevo para que los tractores no tengan que vadear el río Rus!" era la opinión más generalizada.

Para los que no conozcan el emplazamiento del puente más añorado de La Mancha, nos situamos en el Puente del Rey y, rodeando la plaza de toros, cogemos el camino de La Jaraba. Subimos el Cerro de San Cristóbal y, a la bajada, nos toparemos con cauce normalmente seco del río Rus y su magnífico puente de hormigón por el que caben dos tractorzacos. Allí estaba el pobre y modesto puentecico Palo. Podéis ver su situación, sacada del visor del SigPac.
Y ahora, hagamos un poquito de historia-ficción. Yo soy de los que cree que Laminium, importante nudo de comunicaciones de la Hispania Romana y capital del que se llamó Ager Laminitanus (Campo Laminitano), que probablemente sería más o menos lo que ahora podemos identificar como Campo de Montiel, estaba en el término de Villarrobledo, cerca de la aldea de Sotuélamos (y no quiero precisar más sobre su probable localización exacta para evitar los saqueadores de sitios arqueológicos). Por su situación, el Puente Palo probablemente formaría parte de una vía que uniría Laminium con la capital de los Olcades: Segóbriga; es decir, sería el camino más corto que comunicaría la Cabeza de la Celtiberia con la Baetica (el valle del Guadalquivir). Pero repito que esto no es más que una hipótesis que espero poder reafirmar o modificar con más precisión.

Y como despedida de esta primera entrada, ahí va otra foto del puente, con Víctor Gabaldón pingao en su moto. Salud a todos los provencianófilos.