viernes, 11 de septiembre de 2009

Los 5 sentidos en panciverdiano y un pequeño diálogo.

1. Los cinco sentidos en panciverdiano.

Los provencianos tenemos palabras diferentes, quizá más expresivas, para referirnos a los cinco sentidos. Nosotros no escuchamos u oímos, el panciverde siente. No es lo mismo decir Esta mañana he sentío la banda tocar la diana y me he cagao en tos sus muertos del Catalán, que utilizar los verbos escuchar (con atención) u oír (así como quien no quiere la cosa), porque verdaderamente hemos sentido un cabreo mayúsculo después de haber sanochao hasta las tantas el día de la víspera de la feria, y más si hemos pisao el sarmiento, o la tomiza, que viene a ser lo mismo.
Nosotros no probamos un alimento, el panciverde cata un tomatico del río abajo recién lavao en la reguera maestra. No es lo mismo probar, como quien prueba un tractor nuevo, que catar, como quien saborea un exquisito Ribera del Záncara, del que siempre acabas rinchiéndote, hasta que te chispas. Y mientras están en la cocina, algunas (y algunos) que son mu galgos o mu chusmos, siempre andan catando to lo dulce que puede haber por ahi, por la despensa o por la cocinilla (arroz de polvorín, tortas de cañamones, migas dulces o pan con vino y azúcar)
Nosotros no palpamos las cosas, el panciverde tienta el trasero de alguna moza como quien tienta a la diosa Fortuna, a ver si no se da cuenta o no le importa o le gusta y no te suelta un sopapo, y si se lo suelta, al menos se lo ha tentao.
Los perros provencianos no huelen por allí por donde puede haber una liebre, los chuchangos panciverdes olisquean hasta que el animalejo salta y lo enganchan al vuelo. A propósito, bonita palabra enganchar, como cuando llegas al pueblo el último fin de semana de septiembre y tu padre, mu cuco él, te engancha pa vendimiar, te tiras tol sábado y el domingo amagao y vuelves el lunes al tajo o a la universidad arriñonao o valdao, que viene a ser lo mismo.
Y por último, el panciverde no ve y mira, se fija y bacinea, es decir, cuando sus ojos captan algo que puede ser de interés, ya está dentro de su cabecica trajinando cómo puede aprovechar lo que ha captado y a quién le va a decir la licenciauría para poder provocar en el interlocutor la típica reacción de ¡Te paece queeeee!


2. Diálogo de dos supuestos provencianos a eso de las 14:15.

- ¡Yeee, Soplamorcillas!
- ¡Kái, Zarandao!
- Ande vas.
- Pos aquí a mi casa, a ver si me recojo ya, a ver que m’ha rancheao la Castañeta.
- Pos yo ya me la he cascao. Ahora voy a ver si la echo.
- Pos yo ahora en verano, con la calor que hace, es que no puedo ir a echarla. Es comerme el melón de agua, me pongo zorruno y me quedo traspuesto.
- Oye, ¿qué te pasaba la otro día cuando pasé con el tractor por tu cerca, que estabas voceando en las portás?
- Pos na, el guacho, que tenía que ir a hacerle un mandao a su madre y le dije que saliera arreando y volviera al contao, que entavía tenía que cortarse tres cajas de ajos y va el jodío y me llega a la una. Es que es mu perro. No sé yo qué carrera voy a hacer dél. Y pa colmo va y me contesta. Al final me condené y acabamos trafulcáos. Tuve que templarlo y to.
- M’han dicho que s’ha roto la gobanilla. ¿No habrás sío tú, que te conozco?
- ¡Eso tenía que haberle hecho antes! Pos resulta que estábamos en la güerta y se empeñó en pingarse al cerezo a cogerle unas cerecicas a su madre pal postre. Yo no quería porque lo conozco y es mu esmanotao pa to, pero se puso tan cansino que le dejé, eso sí, mu a regomello. Y como tengo el gomo liao a una rama, va el condenao y se lía con el gomo y se pega una costalá que si no pone la mano se deja los sesos ahi mismo.
En ese momento, la Castañeta, mujer del Zarandao, que llevaba media hora bacineando entre las rendijas de la persiana, se asoma a la ventana:
- ¡Qu’hacís ahi entavía, que lleváis media hora de casquera! A ver si los calláis ya, que quiero echar una cabezaíca. Y luego dicen que somos las mujeres las que siempre estamos bacineando.
- ¡Amos, calla, mujer, que estamos hablando de la poda!
- ¡¿De la poda en plenas canículas de Santiago?! Anda que no tenís cuento ni na… ¡Venga padentro, que se enfría la catalana!