jueves, 8 de enero de 2009

Primera aproximación al panciverdiano.


¿Qué tienen en común estas imágenes? ¿Qué relación hay entre el cemento, un birrete de licenciado, las ancas de rana, una licuadora, una planta de pita y un choto? Eso se preguntarán algunos de los que estén contemplando estas seis fotos. Lo que sí es seguro es que la inmensa mayoría de los provencianos ya se habrán dado cuenta de que son palabras o expresines pertenecientes al dialecto panciverde.

Para los que no entiendan mucho de panciverdiano, ahí van las explicaciones de estas palabrejas.

¡Súbete al cemento!

La primera tiene su historia. No sé si andaba entonces por Albacete o Ciudad Real, cuando un amigo marchaba por la calle y un coche se acercaba, poniendo en peligro su integridad física. En un arrebato panciverdiano, le dije: ¡Súbete al cemento, que viene un coche! La advertencia del coche la cogió al vuelo, pero eso del cemento le sonó fuera de contexto. Ya sabéis: las provencianas no barren la acera, sino el cemento.

¡Anda y no me seas lecinciao!

Licenciao o lecinciao en panciverde es como decir bacín, y licenciauría es como bacinería. Los que no vengan de nuestro pueblo estarán como al principio, y a lo más que habrán llegado a pensar será en el licenciado Vidriera o en ese objeto de barro o cerámica en el que nuestros ancestros hacían aguas mayores, como este tan horrible que a continuación podéis ver.

Pues nada que ver entre los que acaban estudios superiores y éstos cacharros con el sentido de ambas palabras en panciverdiano. Los provencianos entendemos por lecinciao o bacín la persona que intenta enterarse de todo lo que hacen o dicen los demás y que luego va y lo casca por doquier, algo así como entrometido y cotilla. Licenciauria y bacinería vendrían a significar, por tanto, entrometimiento y posterior cotilleo o chismorreo.

¡Voy anca mi hermanico!

No nos referimos a esos muslitos de rana que, aunque las hubiera en un pasado reciente, nunca nos dio por comerlas en nuestro pueblo. Para los que no lo sepan, el saludo típico de El Provencio no es hola, ni buenos días (acaso un buenas a palo seco), ni cómo estás o qué tal, sino ¿Ande vas? y, como respuesta, llega la palabra en cuestión: anca mi cuñao, mi madre, el hermano Estuto o la casa a la que nos dirigimos. Esta forma de saludo puede parecer un acto de licenciauría o bacinería: es probable, pero el sentido de la pregunta se pierde y queda como una toma de contacto o una especie de muestra interés por el interlocutor, algo así cómo los romanos cuando se saludaban diciendo ¿Ut vales?, que podríamos traducir por ¿cómo andas de salud?, pero que equivaldría a un ¿Qué tal? desprovisto de sentido literal. Siempre me intrigó el origen de esta palabra, y la única explicación que se le podría dar es que procede de una expresión cuando menos agramatical: voy a en casa de mi hermanico. Lo realmente original es que se utiliza para lo mismo que el francés chez, tanto en sentido de lugar a donde (voy anca mi hermanico), como de lugar en donde, pero en este caso normalmente en su variante enca: Hoy como enca mi suegra, que va a hacer unas gachicas...).

Yo como enca mi suegra allá licuando.

Nada que ver con el verbo licuar ni con una licuadora. Sin duda una de las expresiones más bonitas del panciverdiano. Siempre que un provenciano quiere disculparse por un mal hábito o un vicio, aunque lo hayamos pillado infraganti en más de una ocasión, no acude al típico yo solo hago esto de vez en cuando, sino a la socorrida expresión: No te creas que voy al puti to los días, yo sólo voy allá licuando. De alguna manera tengo qu'esfogar. Lo más probable es que esta expresión, en castellano formal, se diría allá y cuando, pero tampoco tengo constancia de que exista más allá de la zona.

Pita dulce, pita salá, la pita viene, la pita se va.

Como todos los niños, una de las cosas que solíamos hacer en la infancia era buscar en el diccionario las palabras malsonantes o que hacían referencia a las partes pudendas. Una de ellas era la palabra que ahora nos ocupa. Los niños cantábamos, eso sí, lejos de los oídos de los mayores, la canción de Julio Iglesias de Agua dulce, agua salá, pero con la palabra en cuestión sustituyendo al líquido elemento. Para los niños provencianos tenía más sentido. El chasco nos lo llevábamos cuando en el diccionario escolar Vox, ese de la cubierta marrón, aparecía un sentido que nosotros nunca habíamos escuchado, que venía a decir algo así como que se trataba de una planta de la que se obtenían unos hilos o cuerdas muy resistentes. Luego, cuando empecé a ir a la viña a recoger sarmientos, me enteré por mi padre de que la cuerda con la que atábamos las gavillas era de hilo pita. Pero mayor era el chasco cuando salíamos del pueblo y nadie entendía que era eso de la pita y teníamos que emplear otros términos que a nosotros nos parecían más fuertes, como chorra, o más neutros y finolis, como pene.

Las nenicas tienen el chotete pelao

De lo que decía el diccionario escolar Vox de la palabra choto sí que me acuerdo literalmente: Cría de cabra mientras mama. Lo que no decía el diccionario era que también puede referirse al ternero lechal y, ni mucho menos, al sentido que le damos en panciverdiano. Recuerdo a mi abuela Pitula que, cuando un niño venía a la pescadería le decía: Si me enseñas la pitica te doy un duro. Y a las guachejas, les hacía la misma proposición, pero cambiando la pita por el chotete. La reacción, tanto para unos como para otras, siempre era la misma: cara atomatada y cabeza gacha.

Espero que mis paisanos hayan disfrutado, y que los que poco o nada sepan de nuestra forma de hablar hayan aprendido algo de panciverdiano.