lunes, 4 de mayo de 2009

Santiago Catalán, el Maestro.

Si hay alguien que merece ser el primer celebritys de El Provencio, sin duda alguna debe ser el Maestro. Hombre orquesta que lo mismo tocaba el bajo que el saxofón, el clarinete que la trompeta, el bombardino que el trombón, nació Santiago Catalán Jurado el 14 de abril de 1925. En 1937, en plena guerra incivil, un nuevo clarinetista de doce años entra en la banda de Constancio Bonilla. Y ya despunta, pues pocos guachos tenían tan buen oído, capacidad para el solfeo y curiosidad por la música.

Unos años más tarde surge un problema: la banda se queda sin bombardino. Sólo los que hemos tocado en una banda de música sabemos la importancia que tiene este instrumento, prácticamente desconocido para la mayoría. ¿Y quién podía ser capaz de resolver este problema? No un bajista, ni un trombonista, ni un trompetista, sino un músico de viento madera, un clarinetista, lo más alejado que puede haber para tocar un bombardino, un adolescente orquesta llamado Santiago Catalán.

En los años duros del hambre, allá por 1947, Constancio muere y hereda la banda Ramón Olivares, que solo dura un par de años. Y siendo como quien dice un chaval de veinicuatro años, en 1949, la banda de Constancio cae en manos del Maestro Santiago Catalán. Si exceptuamos dos breves etapas (la de Valeriano Perona tres años en los 70 y el año del que fuera gran clarinetista Jose Emilio Flores en los 80), Santiago Catalán dirigió nuestra banda durante 45 años, hasta 1994. Después de él, por suerte o por desgracia, ningún director provenciano ha sido el maestro.

Pero Catalán no era solo el Maestro, lo más meritorio es que es ante todo agricultor. No es un hombre del letras, no es un hombre de cultura, sino de agricultura y, sobre todo, de oreja. Todas las tardes, a las 6, después de haber pasado toda la mañana y parte de la tarde hincando el lomo, en la puerta de su casa de la calle Víctor López se agolpaban los guachos que esperaban para recitar las lecciones correspondientes del método de don Hilarión Eslava (y su fatídica lección 37 llena de síncopas) o del método del instrumento correspondiente, que siempre dominaba nuestro hombre orquesta (con dos excepciones: la flauta de Nico El Sastre y la trompa de Antonio Pitule, que siempre se le resistieron).

¿Recuerdos? Miles. Los míos... y los de mi padre... ¡y hasta de mi abuelo! Como quien dice medio siglo de maestría y magisterio musical dan para muchísimo. El recuerdo quizá más tierno fue cuando un buen verano se presentó una francesita con su clarinete, Anne Marie (Ana La Francesa pa los amigos), dispuesta a ser la primera dama que entrara en la banda. A partir de entonces, se abrió la veda, pero ya sin Santiago, que, ni mucho menos, era reacio a la entrada de féminas en la banda, más bien todo lo contrario. ¿El porqué no había entrado antes ninguna? Probablemente a causa de los galgos, panciverdianismo que, en este contexto, nada tiene que ver con los chuchos delgaduchos. Espero los comentarios de los musicantes provencianos que cuenten batallitas de la banda de machorros que deambulaba todos los veranos por tierras manchegas en tourné feriante y, de paso, explique qué son los galgos.

El verano pasado, por fin, nuestro queridísmo maestro recibió un más que merecido homenaje. Tras un pasacalles de las viejas glorias por el pueblo y una comilona con charangueo incluído, el Maestro dirigió su banda y demostró que, a pesar de su funesta enfermedad, la música nunca se le olvidará, pues fue, ha sido y será su vida. A continuación podéis ver un reportaje de ese día.


Pero, ¿cómo sonaba la banda? ¿Queréis ver a Catalán en acción? Pues ahí va una muestra, y aprovecho para dar las gracias a Iganciete Inda por el vídeo.




Por último, desde este modesto rincón virtual, lanzo una demanada a quien corresponda para que el Maestro Santiago Catalán tenga no ya una calle, sino una avenida, pues, a nivel local, más se lo merece que las constituciones, los molinos, las libertades o cosas de esas. Si tienen una calle Don Félix Lorca, Pedro Bolas o la Alfonsa La Pitula ¿no ha de tenerla el Maestro con tanto o más mérito que los anteriores? No esperemos a que nos falte, que Dios quiera y sea tarde.



Gracias, Maestro.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Extraordinario artículo Fabio. Yo no soy músico (ya me gustaría) pero me considero un aficionado más compulsivo que bueno, pero aun así me encanta. Y recuerdo las horas que tú le echabas al clarinete y Antoñito bregaba con la trompa, siempre aludiendo a las excelencias de vuestro maestro, cuyo nombre también escuchaba en casa de las pitulas, no en vano mi abuela adoraba la música y trataba de no perderse jamás ningún concierto de la banda. Un artículo excelente, bien escrito y apelando a lo que siempre tendría que ocurrir: homenajear a los grandes cuando aún están vivos y no esperar a su ausencia para tratar de llenar ese vacío como sea. Enhorabuena.

Emilio dijo...

Me ha encantado! Lo de los galgos es difícil de explicar...jeje. Recuerdo el primer año que entramos en la banda el sastre japonés, desilos, miguel, marco, pedrito, etc, y a las primeras de cambio 1 semanita a Colmenar Viejo. Ibamos todos asustados en el autobús por los temidos galgos. Si nos los hacían sufririamos escozores en nuestras partes más íntimas...Las anédotas durante aquella semana fueron varias. Recuerdo los madrugones en los que nuestro despertador era una pieza que se tiraba Bonillo con el Bombardino, volaban zapatos hacia él, la juerga por la noche se había alargado demasiado. Luego las dianas, las comidas todos juntos donde volaban trozos de tarta. Apenas una siesta y a formar de nuevo dirección a los toros. Por la noche concierto a pelo, donde nosotros los más pequeños hacíamos de pinzas para el director, para que no se fueran las partituras volando. Por la noche, en la sala de juegos, cena, y de nuevo juerga...para volver a empezar al día siguiente. Qué recuerdos!! Lástima que no tenga ni fotos ni vídeos de aquella época. Saludos

Julio Ortega dijo...

Me ha encantado la entrada. Por razones de edad, no llegué a tocar con Santiago Catalán, pero sí que cuando entré muchos de los que tocásteis con él aún estabais en la banda. Después de tantos años en la banda del pueblo me sumo totalmente a tu propuesta de la calle, ya que no es fácil para alguien que no sepa lo que es ir a los encayos semanales, a veces con apenas músicos, aguantar los dias de frío y calor en la calle, las horas de sueño que se pasan a veces, los viajes, los problemillas que a veces surgen dentro de un grupo tan grande y que debe ser el director quien los toree (no todo es cachondeo en la banda, que muchos creen eso, aunque nos lo pasamos de miedo), hacerse a la idea de lo buen maestro y compañero que debe ser uno para pasar media vida en un puesto asi, tantos años, y además, que nadie tenga queja alguna de esos años. Como digo, no conocí al Santiago Catalán director, pero tu entrada nos ayuda a muchos a conocerlo, y creo que el recuerdo de una calle hará que los que vienen detrás quieran conocerlo en su dia. Gracias por hacernos conocer la historia viva de El Provencio.
Saludos

Benito Camelas dijo...

Jajaja, muy buen blog. Es una pena que en la banda ya no quede mucha de esa curiosidad que esgrimía "El Maestro".

María dijo...

Fabio, felicidades por tu artículo. Yo también estoy de acuerdo en hacerle un homenaje ahora. Y sinceramente me hubiese gustado haber nacido más tarde, para poder haber pertenecido a la banda de música de mi pueblo, pero eran otros tiempos, y las mujeres no teníamos esos privilegios, creo que ahí el maestro tenía que haber luchado, pero a lo mejor no le escuchaban.
Me considero una gran amante de la música, y las bandas, me encantan

Unknown dijo...

fabio parece que fue ayer cuando eramos niños tendriamos 10 u 11 años y os veia ir alli a casa del maestro a aprender musica, menudo girigay de calle ay ¡que recuerdos!

María José dijo...

No le déis una calle al maestro de música, querido Fabio, dadle un callejón sin salida y cuando se quede encajonada la banda que instalen el conservatorio allí.